lunes, 28 de septiembre de 2009

La misión (Mt 28, 16-20)


V a y a n: ¡Pónganse en marcha! La Iglesia de Cristo no será, sino peregrinando, desinstalándose, emprendiendo nuevos caminos. El evangelio de Mateo se dirige a comunidades en situación difícil, en ruptura con el judaísmo y perseguidas por el imperio romano, tentadas de arrinconarse y aislarse y desde luego quedarse paralizados por el desaliento. Es una tentación bien actual: muchos de nosotros están tentados de refugiarse en comunidades que implementan remansos de paz o en comunidades fundamentalistas que ofrecen seguridad.

A todas las gentes: Tú eres generoso y piensas en pueblos de África y Asia mortificados por el hambre y la violencia. El Obispo de Chimbote nos ha pedido practicar la itinerancia misionera casa por casa. Chimbote es un conglomerado de todas las sangres y la mayoría de sus habitantes quedan excluidos de los factores de humanización en la sociedad y en la Iglesia. A pocos kilómetros de Moro hay pueblos que hablan un idioma que tendríamos que aprender.

Hagan discípulos: La expresión invita a emprender un trabajo, un esfuerzo que se hace con las manos y la cabeza. No se puede imponer la fe, no se puede nivelarla a meras formas culturales, no se puede implantarla con estructuras e ideologías políticas, no se puede venderla con regalos y paternalismos. En los documentos de Vaticano II, de Medellín, de la “Evangelii Nuntiandi”, de Puebla y de Santo Domingo hay pautas preciosas. Habrá que aplicarlas. Habrá que adoptar el estilo de evangelización de Jesús, mantenerse en Galilea, acompañar el anuncio de la Buena Nueva con señales a favor de una humanidad golpeada por lo que es inhumano.

Bautícenles en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo:
El Dios trinitario, comunidad de relaciones perfectas de donación y acogida mutuas, es glorificado cuando en el bautismo y en los demás sacramentos celebramos el misterio pascual, que nos introduce en el corazón de Dios para que tengamos vida y comuniquemos vida. El rito sacramental vaciado de interioridad no edifica Iglesia, no forma a discípulos y misioneros. El culto y los ritos vacíos mas bien serán utilizados para fines sociales y fiestas mundanas.

Enséñenles a cumplir todo lo que yo les he mandado:
Enseñar a cumplir; no sólo enseñar para saber. Este mandato es acatado, cuando el discípulo es acogido en una familia y en una comunidad cuyos miembros lo acompañan, se sienten responsables de el, despiertan sus dones y carismas y lo apuntalan en sus debilidades. La familia y la comunidad cristiana tienen una vocación y una virtud que no puede asumir ningún curso de teología; la vitalidad de comunidades cristianas, de comunidades religiosas y familias cristianas es decisiva para la evangelización.

1. La promesa: “Yo estaré con ustedes todos los días hasta el fin del mundo”.
He aquí el eco de las palabras de Dios a tantos enviados a lo largo de la historia de la salvación especialmente dirigidas a quienes se resisten. La misión confiada supera las fuerzas humanas. Jesús es el primer evangelizador y toda auténtica evangelización acontece en Él.

¡Discípulo y misionero, tienes una misión y eres una promesa que tú sólo no puedes cumplir. Permanece en el Señor y en la comunidad que lleva su nombre!.

Equipaje indispensable para misioneros


Me gustaría señalar unas actitudes humanas y cristianas que ayudan para la sensibilización y preparación para la misión:

1. Dar verdad a nuestras expresiones religiosas.
Ilustremos esta exigencia con ejemplos:
La señal de la cruz al inicio del día, al inicio de la misa o al pasar delante de un templo puede ser un “garabato” sin alma y sin corazón o ser una sentida oración llena de gratitud por el don de la salvación ofrecida desde la cruz de Cristo.
Un sacerdote de edad estaba a mi lado en una eucaristía concelebrada. El arzobispo, que presidía la celebración, pronunció la oración-colecta con “metralleta”. El anciano a mi lado murmuró: “¡Qué manera de hablar con Dios!”. Oraciones dichas solamente con labios y cuerdas vocales, sin interioridad, son inútiles y pueden ser hipocresía.
También tomemos conciencia que la Palabra de Dios proclamada en la asamblea reunida solamente puede conmover e interpelar a los oyentes, si antes de proclamar la Palabra de Dios, la hemos hecho un mensaje vital para nosotros mismos.
Dando sentido y verdad a nuestras expresiones religiosas nos evangelizamos a nosotros mismos y, de repente, también a los que nos ven, escuchan y observan.

2. Hacer mejor lo que tenemos que hacer
Lo que es deber diario, muchas veces, es pesado y aburrido. Pues pongamos una pizca de alegría en este esfuerzo para que, por lo menos, se parezca a fidelidad y servicio a algo o a alguien.
No nos es fácil, valorar lo banal de nuestro quehacer diario como participación en la creación y evolución del mundo. Sin embargo, lo es y lo extraordinario tiene siempre como ingrediente mucho ordinario. En lo humilde que realizas cada día, tú puedes decir la calidad de tu vida, hacer percibir tus raíces invisibles.
También mira con ojos nuevos a los que cruzan cada día tu camino. Puedes pedirles servicio y ofrecerles tu servicio. Puedes preguntar por sus penas y sus alegrías. Puedes pedirles perdón y ofrecerles perdón. ¡Déjales discrepar contigo!, para que aprendas a vivir la comunión en la diferencia.
No hay una manera neutral de vivir. En todo lo que hagas, te acercas al Bien o te alejas del mismo. ¡Convierte lo ordinario de tu vida en opción por lo que es bueno y te sensibilizas a ti y a otros para una gran misión!

Discernir los signos de los tiempos
¡Si supiéramos ser contemporáneos de lo que sucede! Solo son contemporáneos de verdad quienes observan críticamente el acontecer y participan activamente en el alumbramiento del bien común.
Como creyentes podemos discernir en los acontecimientos producidos por decisión humana la presencia o la ausencia del Señor. Pues ¡toma posición! ¡Denuncia lo que es mentira y corrupción! ¡Entra solidariamente en iniciativas que promueven el bien común! ¡Defiende solo y mancomunadamente con otros los derechos y deberes humanos!
¡Sé un viviente, reconoce tus dones! Eres un surtidor de agua viva. ¡Da de beber con amabilidad, entrega y generosidad! y ya habrás dicho algo del que es la Fuente.

Sí, dando profundidad a lo muy ordinario y diario de nuestra vida, nos sensibilizamos y preparamos para la Misión Continental. Y si esta capa de mi ser no se evangeliza, desconfiaré de poses vistosos en la expresión de mi fe.