lunes, 19 de octubre de 2009

“JÓVENES, ¿QUE BUSCAN?”

“Jóvenes, sus búsquedas son el tesoro más grande que ustedes tienen y constituyen un desafío muy serio para los que caminan con ustedes”.


Les he visto llenar estadios con el Santo Padre en la tribuna. Después les he visto llenar estadios con gente en la tribuna que poco tienen que ver con el Santo Padre. Me es difícil encontrar una respuesta a mi pregunta en los estadios que llenan los jóvenes.
A ustedes les dicen el futuro del país, pero ustedes muestran muy poco interés para la política que es herramienta indispensable para la construcción del futuro del país. También les dicen protagonistas de vida nueva, pero para divertirse, para comunicarse, para programarse, para ganarse algo, ustedes suelen entrar dócilmente en ambientes donde no faltan viejos traficantes con los intereses de los jóvenes. También les llaman con el hermoso nombre de centinelas de la mañana. Sin embargo les veo bien acaparados por el presente y lo que es momentáneo. Hace pocos años, en un evento juvenil en Chimbote, se les decía cantera de valores, pero puede haber varios de ustedes parados en la esquina que no ayudan, ni con la mirada, al pobre diablo que a dos metros de distancia de ustedes empuja solito su carro malogrado. A ustedes les dicen generosos y capaces de heroísmo, pero en la combi el joven suele ceder su asiento a la viejita, cuando el cobrador insiste en que lo haga.

Las “chapas” bonitas para calificar la juventud son invenciones de los adultos. El número 443 del Documento de Aparecida es un precioso botón de muestra de la visión optimista e ingenua que los “presbíteros” suelen tener de los jóvenes. Quisiéramos que sean como nosotros queremos. No nos es fácil entenderles. ¿Qué buscan los jóvenes?.


continua...

lunes, 12 de octubre de 2009

I. LA VOCACIÓN Y LA MISIÓN DE LOS LAICOS EN EL MUNDO



La vocación específica de los laicos

a. En la visión de la Iglesia como pueblo de Dios y en su teología de la Iglesia – misterio de comunión Vaticano II supera definitivamente la definición negativa y privativa del laico. Aparecida tiene sus razones para recalcar la definición de la vocación laical en Vaticano II: “Los fieles laicos son los cristianos que están incorporados a Cristo por el bautismo, que forman el pueblo de Dios y participan de las funciones de Cristo: sacerdote, profeta y rey. Ellos realizan, según su condición la misión de todo el pueblo cristiano en la Iglesia y en el mundo” (209).
La exhortación apostólica postsinodal “Christifideles Laici”, veinte años después del Concilio, pide buscar “vías concretas para lograr que la espléndida teoría sobre el laicado expresada por el Concilio llegue a ser una auténtica praxis eclesial” (ChF 2). Cabe la pregunta: ¿Por qué la claridad y excelencia de esta definición no penetró en el ser y en el hacer del laicado? ¿Por qué no ayudó suficientemente a dar el paso de un cristianismo de tradición y costumbre social a una fe personalizada y motivada por una mística? ¿Por qué los Obispos en Puebla ven “como un escándalo y una contradicción con el ser cristiano la creciente brecha entre pobres y ricos...una situación de pecado social, de gravedad tanto mayor por darse en países que se llaman católicos?” (cf P 28).

b. Como respondiendo a una debilidad generalizada de la Iglesia latinoamericana y a la inoperancia de muchas vocaciones específicas, Aparecida vitaliza y existencializa la definición clásica del laicado por su espiritualidad del encuentro vivencial con Cristo, como fundamento del discipulado misionero y de toda vocación específica en la Iglesia.
El artículo 243 del documento de Aparecida encierra lo que la V Conferencia General tipifica como condición de renovación eclesial: “El acontecimiento de Cristo es, por lo tanto, el inicio de este sujeto nuevo que surge en la historia y al que llamamos discípulo: “No se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva”. Esto es justamente lo que, con presentaciones diferentes, nos han conservado todos los evangelios, como inicio del cristianismo: un encuentro de fe con la persona de Jesús (cf. Jn 1, 35-39)”.

JÓVENES



¿Que les queda por probar a los jóvenes
en este mundo de paciencia y asco?

¿Sólo grafitti? ¿Rock? ¿Escepticismo?


También les queda no decir amén,
no dejar que les maten el amor,
recuperar el habla y la utopía,
ser jóvenes sin prisa y con memoria,
situarse en una historia que es la suya,
no convertirse en viejos prematuros.
¿Qué les queda por probar a los jóvenes
en este mundo de rutina y ruina?

¿Cocaína? ¿Cerveza? ¿Barras bravas?

Les queda respirar, abrir los ojos,
descubrir las raíces del horror,
inventar la paz así sea a ponchazos,
entenderse con la naturaleza
y con la lluvia y los relámpagos,
y con el sentimiento y con la muerte,
esa loca de atar y desatar.
¿Qué les queda por probar a los jóvenes
en este mundo de consumo y humo?
¿Vértigo? ¿Asaltos? ¿Discotecas?

También les queda discutir con Dios,
tanto si existe como si no existe,
tender manos que ayudan,
abrir puertas entre el corazón propio y el ajeno.
Sobre todo les queda hacer futuro
a pesar de los ruines del pasado
y los sabios granujas del presente.
Mario Benedetti