domingo, 14 de diciembre de 2014

¡Preparemos Navidad!



Sí, ¡preparemos Navidad! Para que sea más de lo que suele ser; para que no sea esta fiesta ahogada entre luces intermitentes, en “regalos para el amigo secreto”, en panetones dudosos y champagne que no lo es.

Sí, ¡preparemos Navidad! Para que Él que viene sea esperado, reconocido y acogido.   El Adviento es tiempo precioso para preparar Navidad, la gran oportunidad para renacer al celebrar el nacimiento del Salvador.        ¿Qué hacer?

1.  Hacer silencio


Textualmente este subtítulo afirma que el silencio será fruto de acciones que lo posibilitan, de iniciativas que lo atraen, de una creatividad que rompe con rutinas.  El silencio que mira, escucha, siente, piensa y ora es condición para tocar algo de Dios y ser tocado por Él.  Es que Dios mismo es silencio:  su actuar es silencioso como “el susurro de una brisa suave” (Cf. 1R 19,9-14); su proceder se asemeja al “de la lluvia y de la nieve que empapan la tierra para hacerla fecunda” (Cf. Is 55, 10-11); con humildad y discreción “la Palabra se hace carne y acampa entre nosotros” (Cf. Jn 1, 14).

Hagamos silencio en y alrededor de nosotros y aguantemos en silencio a nosotros mismos, a los demás así como el ajetreo de nuestro mundo y sus ruidos.
Busca el lugar donde puedas estar solo y en silencio, en tu casa, en la playa, en el cerro o en una capilla que cumple con su vocación de favorecer el recogimiento.

2.  Quedarse en el establo

      En 2014 hemos celebrado 100 años desde la primera guerra mundial y 75 años desde la segunda guerra mundial y nuevas guerras continúan viejas guerras: Putín en la Ucrania, Isis en Irak y Siria, Boko Haram en Nigeria, los capos de la droga en México…

      Las noticias nacionales no se cansan de señalar a políticos, jueces, policías y empresarios implicados en una corrupción que no hace sino agudizar las tragedias que brotan del mundo de la pobreza y de la marginación.

      Evoco esta realidad porque sus noticias escabrosas han dejado de conmoverme y de cuestionar mi propia vida.   Corremos el riesgo de renunciar a ser más humanos.

      Mi Iglesia, mi comunidad cristiana tienen la vocación de hacer revisión de estas noticias diarias para darnos luces y aliento y no desesperar del reino de Dios en medio de nosotros.  A veces nos veo como “chantajeados” y apagados por incoherencias internas.

      Pues, no nos escapemos del establo, de su desorden, de su mal olor, de lo que tiene de incompatible con el largo tiempo del “homo sapiens” en este planeta. 

      Tendré que recordar en esta Navidad que en este establo, en esta periferia ha nacido el Salvador y, nuevamente, puede nacer de muchos, ojalá de ti y de mi.


3.  Rescatar costumbres entrañables

Me da de enumerar actitudes para valorar y renovar costumbres navideñas entre nosotros:

a)  Mirar con simpatía las iniciativas que toma la gente, creyente y no creyente, en estos días para interrumpir lo ordinario y lo rutinario.
b)  Participar con ganas en preparativos y arreglos para encuentros entre familiares y amigos.
c)  Maravillarse que en estos días palpite en el corazón de muchos un anhelo de paz, de reconciliación, de inocencia, de armonía y de fraternidad.
d)  Buscar el tiempo y el lugar para meditar en silencio en el Evangelio de Lucas el relato del nacimiento de Jesús: situar al emperador Augusto y al corrupto Herodes; desnudar al posadero de Belén; entrar en el pellejo de los pastores en el campo; compartir las angustias, la confianza y la alegría de María y José…
e)  Celebrar, de una manera creativa y adaptada al lugar y al tiempo, las “posadas navideñas”.
f)   Reconciliarnos con distanciados y con Dios.  No dar sino abrazos sinceros. 
g)  Hacer regalos que sean fruto de la renuncia y del compartir.


4.  “Acoger el poder de hacernos hijas e hijos de Dios” (Cf. Jn 1, 12)

Celebramos el Adviento y la fiesta de Navidad 2014 en un mundo y en una historia que ya han recibido el don de la salvación.  Siempre valdrá: “La Palabra vino a los suyos y los suyos no la recibieron” (Jn 1, 11).  Pero la mirada de fe puede encontrar, también en los espacios más oscuros y resistentes al bien,  huellas, reflejos, rumores, atisbos, gestos, semillas de la Palabra de Dios que se ha encarnado y que en su nacimiento pleno en la cruz atrae a todo ser humano y le ofrece el Reino: “Todo esto es válido no solo para los que creen en Cristo, sino para todos los hombres de buena voluntad, en cuyo corazón obra la gracia de un modo invisible” (GS 22).

Con los nudillos de su mano, en estos días de Adviento, Jesús viene tocando nuestra puerta. “Mira que estoy a la puerta y llamo: si uno me oye y me abre la puerta, entraré en su casa y cenaré con él y él conmigo” (Ap 3, 20).
¡Estemos atentos, vigilantes, preparados, con las lámparas encendidas, esperando la Buena Nueva en la Noche Buena!.

domingo, 10 de agosto de 2014

Recordar para actuar mejor



1.  Me asusté: Los cinco estudiantes universitarios, apenas y solo de una manera confusa, recordaban los años de terror de 1980 a 2000 en el Perú.  No distinguían tendencias políticas y militares implicadas en este conflicto armado.  Recordaban tan solo un nombre de los protagonistas en esta guerra sucia.  Los cadáveres de los nueve campesinos de Santa, hace tres años encontrados en el desierto entre Chimbote y Chao, formaban una noticia sin contexto y sin emoción.  No recordaban tampoco que en agosto de 1991, en Pariacoto y Santa, tres sacerdotes fueron asesinados por Sendero Luminoso.  Nunca se habían tocado estos asuntos en conversaciones en sus familias, en clases de historia contemporánea en sus escuelas o discutiendo proyectos para una economía inclusiva en su universidad. Esporádicamente participaban en sus parroquias; allí tampoco se daba importancia a esta historia negra de un pasado reciente para que sepamos evitar  los desastres de un triste presente.

Parece que estos años de terror en el Perú no habían engendrado memoria en estos jóvenes: no se asomaba en sus maneras de mirar la realidad nuestra, en la proyección de sus vidas y trabajos o en sus oraciones.  


Y lo más grave: “El ojo que llora”, como monumento y en el rostro de tantas personas entre las más humildes del Perú, no parecía tener un lugar en su corazón.  Ningún recuerdo mantenía viva la sensibilidad al dolor de quienes han perdido y extrañan a seres queridos, vidas que por siempre pertenecen a sus propias vidas.

Sea pues el mes de agosto 2014 una nueva oportunidad para que, en comunión con mucha gente en el Perú, recordemos lo que es inhumano para que vivamos de una manera más humana.


2.  “Para que no se repita”, la Comisión de la Verdad y Reconciliación (CVR) en su informe final afirma: “El gran horizonte de la reconciliación nacional es el de la ciudadanía plena para todos los peruanos y peruanas…la CVR interpreta la reconciliación como un nuevo pacto fundacional entre el Estado y la sociedad peruana…la reconciliación debe ocurrir en el nivel personal y familiar, en el de las organizaciones de la sociedad y en el replanteamiento de las relaciones entre el Estado y la sociedad en su conjunto”.

Tremenda responsabilidad que la CVR propone y asigna a la memoria de los años de terror en el Perú.  La CVR postula una memoria viva, una memoria que esclarezca enredos de nuestro hoy, una memoria que movilice voluntades para construir algo nuevo. 

La ola de corrupción, el cruento desprecio de la vida, los medios de información y comunicación comprados por el delito nuevamente han sembrado el terror en Ancash y Chimbote.  Parece que el recuerdo del terror de 1980 a 2000 no señaló los caminos por escoger, no se levantó para defender derechos y exigir deberes humanos, no perfiló a líderes políticos dignos de su misión y no engendró una conciencia ciudadana responsable del bien común. 

La memoria fecunda, el recuerdo que alumbra algo mejor no es como un vestido que me pongo o me quito, no es una cualidad exterior a mí ser.  Más bien tiene que hacerse capa de mi piel.  La memoria hecha piel nos acompaña por doquier, nos protege y nos expone, nos dirige y nos avisa, nos hace sentir frío y calor,  sabe de golpes y caricia, de lo humano e inhumano.

3.  En la Biblia “recordar” o “hacer memoria” incluye la acción.  Decir a Dios: “¡Acuérdate!”, significa: “¡Actúa a favor de nosotros!”.  Al decirnos Dios: “¡Acuérdense de mí!”, El espera que actuemos según su voluntad.  Además, recordar en comunidad creyente las maravillas de Dios en la historia de la salvación, significa creer que hoy nuestro Dios es el mismo y que actualiza sus intervenciones salvíficas del pasado.
     
Recordar que Dios ha creado todo lo que existe, implica creer que hoy también Dios sigue creando y que prolonga su creación por nosotros.

Recordar que Dios llamó a Abraham, a Moisés, a David, a Jeremías, a María y a Juan, incluye creer que hoy también el Señor llama a ti, a mí y a todos esperando nuestra disponibilidad y obediencia.

Recordar que Dios liberó a su pueblo de la esclavitud, equivale a afirmar que hoy también Dios interviene de una manera liberadora en la vida de pueblos y personas y nos comprometa a participar en sus acciones liberadoras. 

Recordar la alianza de Dios con su pueblo, nos hace acoger hoy el don de su amor entrañable y nos compromete a actuar con fidelidad al espíritu de la alianza.

Recordar, en oraciones y celebraciones, la encarnación del Hijo de Dios en nuestra humanidad y su historia así como su entrega por amor a nosotros en la cruz, significa acoger hoy el don de la salvación y responder con toda nuestra vida a ese don.  “Hagan esto en memoria mía” dice Jesús a sus discípulos reunidos en su cena.  Recordando a Jesús nos toca hacer con nuestras vidas lo que él hizo con la suya: entregarla por amor para que todos tengan vida en abundancia.

En estos días recordamos que en agosto de 1991 los sacerdotes Miguel, Zbigniew y Sandro son asesinados poco después de celebrar la Eucaristía.  “Tomen y coman: esto es mi cuerpo entregado por ustedes”.  Peregrinemos a Pariacoto y a Santa recordando juntos y para hacer de nuestras vidas una acción de gracias.

jueves, 17 de julio de 2014

La alegría de evangelizar


La Región Ancash y Chimbote están en la boca, en la pluma y la cámara de mucha gente.  Claro, todos dicen que lo que pasa aquí es expresión de lo que pasa en todo el país.  Pero, los que vivimos en Ancash y en Chimbote, en algo, nos sentimos juzgados y enjuiciados.

Ahora bien, no me parece mal que la “crisis” tan mentada cuestione nuestra manera de hacer política, de informar, de educar en casa y escuelas y, desde luego, de hacer pastoral.  Sin embargo, encontremos a esta crisis su lado de esperanza y pastoral renovada.


1.  No desanimarse
Al inaugurar en 1979 la Conferencia General del Episcopado latinoamericano en Puebla, San Juan Pablo II lamentó que la fe cristiana no haya contribuido debidamente a superar las desigualdades abismales en el sub continente.  El mismo documento de Puebla ve esta situación como un escándalo y una contradicción con el ser cristiano, como pecado social (cf P 28).

Frente a la alarmante extensión de la corrupción entre nosotros, frente a prácticas de organización política y social reñidas con el bien común, frente al uso de medios de comunicación vendidos e instituciones tutelares claudicantes, ¿no deberíamos reconocer que la fe cristiana y sus valores no se verifican en muchos aspectos de nuestra realidad?

Nos haría bien escuchar el llamado del Papa Francisco de concentrarnos en lo esencial: “La pastoral en clave de misión pretende abandonar el cómodo criterio pastoral del “siempre se ha hecho así”.  Invito a todos a ser audaces y creativos en esta tarea de repensar los objetivos, las estructuras, el estilo y los métodos evangelizadores… Cuando se asume un objetivo pastoral y un estilo misionero, que realmente llegue a todos sin excepciones ni exclusiones, el anuncio se concentra en lo esencial, que es lo más bello, lo más grande, lo más atractivo y al mismo tiempo lo más necesario.  La propuesta se simplifica, sin perder por ello profundidad y verdad, y así se vuelve más contundente y radiante (cf. EG 33 y 35).

 2. Involucrarnos

Para llegar a ser de verdad una comunidad cristiana que se involucra en la superación de la crisis que nos aflige, conviene que esta crisis sea materia de revisión de vida: que en comunidad veamos y analicemos los hechos que la configuran, que evaluemos lo sucedido a la luz de la Palabra de Dios  y luego decidamos un actuar posible y coherente.

“La comunidad evangelizadora se mete con obras y gestos en la vida cotidiana de los demás, achica distancias, se abaja hasta la humillación si es necesario y asume la vida humana tocándola la carne sufriente de Cristo en el pueblo.  Los evangelizadores tienen así “olor a oveja” y estas escuchan su voz” (EG 24).


3.    Cultivar una mirada contemplativa sobre la realidad

Los que vivimos en Ancash y Chimbote sabemos que muchos juicios en estos días sobre nuestros pueblos y gentes no reflejan su verdad más profunda.  ¡No renunciemos en creer y afirmar que en Chimbote y en Ancash vive la gente más linda y valiosa del mundo!¡Acompañemos al Papa Francisco que nos invita a una mirada de esperanza sobre nuestra ciudad! “Necesitamos reconocer la ciudad desde una mirada contemplativa, esto es una mirada de fe que descubra al Dios que habita en sus hogares, en sus calles, en sus plazas…Dios vive entre los ciudadanos promoviendo la solidaridad, la fraternidad, el deseo de bien, de verdad, de justicia.  Esta presencia no debe ser fabricada, sino descubierta, desvelada.  Dios no se oculta a aquellos que lo buscan con un corazón sincero, aunque lo hagan a tientas, de manera imprecisa y difusa” (EG 71).


4.    Los pobres nos señalan el norte

 Finalmente las víctimas más grandes de las prácticas de corrupción son los más pobres entre nosotros porque se reducen aún más las posibilidades de trabajo formal e informal.  La opción preferencial por los pobres va a encontrar nuevos “rostros sufrientes de Cristo” en nuestros barrios y nuestros esfuerzos pastorales tienen que tomarles en cuenta.  “Por eso quiero una Iglesia pobre para los pobres…Estamos llamados a prestarles nuestra voz en sus causas, pero también a ser sus amigos, a escucharlos, a interpretarlos… Solo desde esta cercanía real y cordial podemos acompañarlos adecuadamente en su camino de liberación.  Únicamente esto hará posible que los pobres, en cada comunidad cristiana se sientan como  en su casa  ¿No sería este estilo la más grande y eficaz presentación de la Buena Nueva del Reino?” (cf. EG 198 y 199).

      Sí, los pobres señalan el norte para manejar pastoralmente la crisis.

 El profeta Elías (cf. 1 R 19,1-9) en plena crisis desesperó y quería morir.  Un ángel de Dios lo encontró dormido bajo la retama; le dejó de comer y beber y le dijo: “Levántate y come, pues el camino ante ti es muy largo”.  ¡Vivamos de la Eucaristía!