“No
tengan miedo”
a. Los pastores en la campiña de Belén tenían miedo. No solo por el alboroto y los relámpagos durante aquella noche que desde entonces llamamos “noche buena”. El miedo era compañero del caminar diario de estos pastores. Tenían miedo de los poderosos y de sus servidores. Tenían miedo de ir al pueblo, donde eran mal vistos y despreciados. Tenían miedo, cuando un hijo o un miembro de su familia se enfermaba seriamente. Tenían miedo de los abigeos de arriba y de abajo. Tenían miedo uno del otro. Tenían miedo que se pierda uno de sus animalitos. Tenían miedo de la ley que no les amparaba. Tenían miedo de Dios que los tenía castigados.
b. Hoy el miedo destroza muchas vidas.
Los continuos bombardeos sobre los pocos barrios todavía habitados en Alepo de Siria infunden un miedo que impide respirar, conversar, dormir, pensar y prever el mañana.
El miedo salta de los ojos de los refugiados amontonados en esa embarcación frágil que surca las aguas del Mediterráneo. Los sobrevivientes enfrentarán con miedo miradas que no les dan la bienvenida, controles severos, idiomas desconocidos, demoras insoportables en largas colas, un futuro más que incierto.
a. Los pastores en la campiña de Belén tenían miedo. No solo por el alboroto y los relámpagos durante aquella noche que desde entonces llamamos “noche buena”. El miedo era compañero del caminar diario de estos pastores. Tenían miedo de los poderosos y de sus servidores. Tenían miedo de ir al pueblo, donde eran mal vistos y despreciados. Tenían miedo, cuando un hijo o un miembro de su familia se enfermaba seriamente. Tenían miedo de los abigeos de arriba y de abajo. Tenían miedo uno del otro. Tenían miedo que se pierda uno de sus animalitos. Tenían miedo de la ley que no les amparaba. Tenían miedo de Dios que los tenía castigados.
b. Hoy el miedo destroza muchas vidas.
Los continuos bombardeos sobre los pocos barrios todavía habitados en Alepo de Siria infunden un miedo que impide respirar, conversar, dormir, pensar y prever el mañana.
El miedo salta de los ojos de los refugiados amontonados en esa embarcación frágil que surca las aguas del Mediterráneo. Los sobrevivientes enfrentarán con miedo miradas que no les dan la bienvenida, controles severos, idiomas desconocidos, demoras insoportables en largas colas, un futuro más que incierto.
Se tiene miedo de decir la verdad, de prestar un libro, de denunciar deberes y derechos, de nadar contra la corriente…
c. Reconoce que tienes miedo: Hay
inseguridades sembradas en tus genes. En muchas vidas se dan experiencias que
deprimen. La imperante competividad y
rivalidad son fuentes de miedo. Hay
miedo, cuando la enfermedad seria golpea tu vida o la de un ser querido. El pecado puede tener sus secuelas de
miedo. Tu muerte o la del ser querido
suele provocar miedo.
Pues, haz el inventario de tus
miedos y opta por una fe que venza al miedo.
“Les
anuncio una gran alegría”
a. “El pueblo que caminaba en la noche
divisó una luz grande. Habitaban en
oscuro país de la muerte, pero fueron iluminados… los has colmado de
alegría…pues el yugo que soportaban y la vara sobre sus espaldas, el látigo de
su capataz, tú los quiebras…Porque un niño nos ha nacido…: consejero admirable,
Dios fuerte y siempre Padre, príncipe de la paz” (Cf. Is 9,1-6).
El poeta Antonio
Machado pregunta:
“Di, ¿por qué acequia
escondida,
agua vienes hasta mí,
manantial de nuestra
vida
de donde nunca bebí?”.
Dios, para acercarse a
nosotros, se hace pequeño, frágil y dependiente como un niño recién nacido,
expuesto a la intemperie, sometido al sentido y sin sentido de las leyes del
lugar, compartiendo nuestras inseguridades y padeciendo nuestros miedos.
“El cual, siendo de
condición divina, no codició el ser igual a Dios sino que se despojó de sí
mismo tomando condición de esclavo…se rebajó a sí mismo, haciéndose obediente
hasta la muerte y muerte de cruz”. (Cf. Flp 2,5-11).
b. Jesús mantendrá con fidelidad el
rumbo señalado por su nacimiento en Belén.
Lo implementará durante
los largos años de silencio y convivencia con los humildes de este mundo en
Nazareth. El encuentro con él siempre
significará un renacimiento: lo experimentan los enfermos, los pecadores, los
oprimidos y buscadores de vida verdadera.
c. Jesús crucificado comparte el miedo
y la soledad más grandes del corazón humano.
“Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?” (Mt
27,46). En la cruz su nacimiento
iniciado en Belén alcanza plenitud: “El levantado en alto es el Yo soy” (Jn
8,28): el Dios que vive y hace vivir.
“El levantado en alto” atraerá a todos hacia él” (Jn 12,32).
¡Alegrémonos!
Jesús naciendo en Belén comunica la Buena Nueva de la Salvación en primer lugar
a los pobres de ese mundo: asume lo que nos da miedo; comparte nuestras
inseguridades. Pierde su vida para
encontrarla. Llora, cuando sus amigos
tienen que llorar. “No nos deja
huérfanos” (Cf. Jn 14,18). “Nuestra tristeza se convertirá en alegría” (Cf. Jn
16,20).
“Y
he aquí que yo estoy con ustedes todos los días hasta el fin del mundo” (Mt
28,20).