Sí, ¡preparemos Navidad! Para que sea más de lo que suele ser; para que
no sea esta fiesta ahogada entre luces intermitentes, en “regalos para el amigo
secreto”, en panetones dudosos y champagne que no lo es.
Sí, ¡preparemos Navidad! Para que Él que viene sea esperado, reconocido
y acogido. El Adviento es tiempo
precioso para preparar Navidad, la gran
oportunidad para renacer al celebrar el nacimiento del Salvador. ¿Qué hacer?
1. Hacer silencio
Textualmente este subtítulo afirma que el silencio será fruto de
acciones que lo posibilitan, de iniciativas que lo atraen, de una creatividad
que rompe con rutinas. El silencio que mira, escucha, siente,
piensa y ora es condición para tocar algo de Dios y ser tocado por Él. Es que Dios mismo es silencio: su actuar es silencioso como “el susurro de
una brisa suave” (Cf. 1R 19,9-14); su proceder se asemeja al “de la lluvia y de
la nieve que empapan la tierra para hacerla fecunda” (Cf. Is 55, 10-11); con
humildad y discreción “la Palabra se hace carne y acampa entre nosotros” (Cf.
Jn 1, 14).
Hagamos silencio en y alrededor de nosotros y aguantemos en silencio a
nosotros mismos, a los demás así como el ajetreo de nuestro mundo y sus ruidos.
Busca el lugar donde puedas estar solo y en silencio,
en tu casa, en la playa, en el cerro o en una capilla que cumple con su
vocación de favorecer el recogimiento.
2. Quedarse en el establo
En 2014 hemos celebrado 100 años desde la
primera guerra mundial y 75 años desde la segunda guerra mundial y nuevas
guerras continúan viejas guerras: Putín en la Ucrania, Isis en Irak y Siria,
Boko Haram en Nigeria, los capos de la droga en México…
Las noticias nacionales no se cansan de
señalar a políticos, jueces, policías y empresarios implicados en una
corrupción que no hace sino agudizar las tragedias que brotan del mundo de la
pobreza y de la marginación.
Evoco
esta realidad porque sus noticias escabrosas han dejado de conmoverme y de
cuestionar mi propia vida. Corremos el
riesgo de renunciar a ser más humanos.
Mi Iglesia, mi comunidad cristiana tienen
la vocación de hacer revisión de estas noticias diarias para darnos luces y
aliento y no desesperar del reino de Dios en medio de nosotros. A veces nos veo como “chantajeados” y
apagados por incoherencias internas.
Pues, no nos escapemos del establo, de su
desorden, de su mal olor, de lo que tiene de incompatible con el largo tiempo
del “homo sapiens” en este planeta.
Tendré
que recordar en esta Navidad que en este establo, en esta periferia ha nacido
el Salvador y, nuevamente, puede nacer de muchos, ojalá de ti y de mi.
3. Rescatar costumbres entrañables
Me da de enumerar actitudes para valorar y renovar costumbres navideñas
entre nosotros:
a) Mirar con simpatía las iniciativas que toma la gente, creyente y no
creyente, en estos días para interrumpir lo ordinario y lo rutinario.
b) Participar con ganas en preparativos y arreglos para encuentros entre
familiares y amigos.
c) Maravillarse que en estos días palpite en el corazón de muchos un anhelo
de paz, de reconciliación, de inocencia, de armonía y de fraternidad.
d) Buscar el tiempo y el lugar para meditar en silencio en el Evangelio de
Lucas el relato del nacimiento de Jesús: situar al emperador Augusto y al
corrupto Herodes; desnudar al posadero de Belén; entrar en el pellejo de los
pastores en el campo; compartir las angustias, la confianza y la alegría de
María y José…
e) Celebrar, de una manera creativa y adaptada al lugar y al tiempo, las
“posadas navideñas”.
f) Reconciliarnos con distanciados y con Dios. No dar sino abrazos sinceros.
g) Hacer regalos que sean fruto de la renuncia y del compartir.
4. “Acoger el poder de hacernos hijas e hijos de Dios” (Cf. Jn 1, 12)
Celebramos el Adviento y la fiesta de Navidad 2014 en un mundo y en una
historia que ya han recibido el don de la salvación. Siempre valdrá: “La Palabra vino a los suyos
y los suyos no la recibieron” (Jn 1, 11).
Pero la mirada de fe puede encontrar, también en los espacios más
oscuros y resistentes al bien, huellas,
reflejos, rumores, atisbos, gestos, semillas de la Palabra de Dios que se ha
encarnado y que en su nacimiento pleno en la cruz atrae a todo ser humano y le
ofrece el Reino: “Todo esto es válido no
solo para los que creen en Cristo, sino para todos los hombres de buena
voluntad, en cuyo corazón obra la gracia de un modo invisible” (GS 22).
Con los nudillos de
su mano, en estos días de Adviento, Jesús viene tocando nuestra puerta. “Mira
que estoy a la puerta y llamo: si uno me oye y me abre la puerta, entraré en su
casa y cenaré con él y él conmigo” (Ap 3, 20).
¡Estemos atentos, vigilantes, preparados, con las lámparas encendidas,
esperando la Buena Nueva en la Noche Buena!.