jueves, 27 de octubre de 2011

“¡SEÑOR DE LOS MILAGROS, TEN COMPASIÓN DE NOSOTROS!”


¡Qué milagro!

Con frecuencia hacemos nuestra esta exclamación. La suelen pronunciar creyentes, agnósticos y ateos. Brota de una definición generalizada de lo que es un milagro. Según la manera de pensar de muchísima gente, erudita y no tan erudita, el milagro es un hecho sorprendente y maravilloso, que contradice las leyes de la naturaleza y se explica solamente por una intervención divina.

Muchísima gente en el mundo, abrumada por problemas y desgracias, imploran un milagro de esta naturaleza. Aparecen también en nuestras ciudades, con relativa frecuencia, “gurus” religiosos con su fama milagrera; llenan estadios de interesados...

El Señor de los Milagros

En los inicios de la devoción al Señor de los Milagros hay un grupo de pobres del barrio de Pachacamilla en la todavía pequeña ciudad de Lima a mediados del siglo XVII. Gente desterrada, con hambre de pan, de dignidad y libertad levantan en sus encuentros con fe sus ojos hacia el Señor en la cruz. De todo corazón suplican: “Jesús, ten compasión de nosotros”. En el crucificado encuentran a un aliado, consuelo, alivio, perdón y aliento para hacer el bien al estilo de Jesús.

En el curso de los años la devoción al Señor de los Milagros se extenderá por todo el Perú y más allá de sus fronteras.

Nuevamente nos interpela el mes morado, el mes del Señor de los Milagros. ¡Levanta con fe tus ojos hacia la cruz en la procesión, en el templo parroquial, en tu cuarto o en la soledad del desierto! ¡Repite la oración que Jesús siempre escucha y atiende: “Jesús ten compasión de nosotros!” Los discípulos y misioneros del Señor harán sus obras y aún mayores en comunión con él. La fe en el Señor de los Milagros se verificará en nuestras obras de humanización.

Artículo completo en: http://palabrapensadaycompartida.blogspot.com/2011/10/senor-de-los-milagros-ten-compasion-de.html