martes, 8 de septiembre de 2015

Bienaventurados los que tienen hambre y sed de la justicia, porque ellos serán saciados

BIENAVENTURADOS
MIGUEL, Zbigniew Y SANDRO


Las palabras siguientes del Documento de Aparecida nos dan el tenor para meditar las bienaventuranzas evangélicas: “En el seguimiento de Jesucristo aprendemos y practicamos las bienaventuranzas del Reino, el estilo de vida del mismo Jesucristo: su amor y obediencia filial al Padre, su compasión entrañable ante el dolor humano, su cercanía a los pobres y a los pequeños, su fidelidad a la misión encomendada, su amor servicial hasta el don de su vida” (DA 139).  Estas mismas palabras nos devuelven la luz que iluminaba el caminar de nuestros mártires.

Entonces, “los ojos fijos en Jesús” (Hb 12,2), acompañando a nuestros misioneros mártires en su trabajo pastoral y proyectando nuestra conversión al reino, meditemos la cuarta bienaventuranza en Mt 5,6.



IV. Bienaventurados los que tienen hambre y sed
     de la justicia, porque ellos serán saciados

Los pueblos de la tierra han codificado su concepto de justicia en leyes y reconozcamos que la obediencia a estas leyes significaría un avance en humanización. Sin embargo, más de la mitad de la humanidad vive en extrema pobreza, guerras y violencias azotan a muchas regiones y en los lugares del globo donde se goza de bienestar, progreso y condiciones de vida favorables se extiende una preocupante y dolorosa pérdida en valores humanos.

Existe y se extiende el hambre y la sed por una justicia que los seres humanos no logramos alcanzar, que no logramos darnos, una justicia que habrá que recibir del que nos fundó en nuestro ser, nuestro Dios a quien podemos ver, escuchar y tocar en Cristo Jesús.



1.  Jesús con hambre y sed de la justicia

v  Jesús, desde niño, “vive en la casa de su Padre” (Lc 2,49), “crece en sabiduría, en estatura y gracia ante Dios y ante la gente” (Lc 2, 52).  Especialmente el evangelio de Lucas insiste en los hábitos de frecuentes y largos tiempos de oración de Jesús.  Jesús orando escruta el corazón del Padre hace suya su voluntad y la confronta con las vivencias de la gente.  La voluntad del que lo ha enviado es su misión (Jn 5,30), es su alimento (Jn 4,34) y su último deseo: “No se haga mi voluntad sino la tuya” (Lc 22,42).  -  Y Jesús, en su oración que quiso que sea la nuestra, reza: “Hágase tu voluntad en el cielo y en la tierra”.  No hay bendición mayor que la realización de la voluntad del Padre.

v  Jesús invita a sus discípulos a “practicar una justicia superior a la de los escribas y fariseos para entrar en el reino de los cielos” (Mt 5 y 6): 

La ley dice: “No matarás”.  Jesús dice: “Ni siquiera enójate contra tu hermano ni lo insultes. Reconcíliate con él”.

La ley dice: “No jures en falso”.  Jesús dice: “Nunca jures.  Tu lenguaje sea sí o no”.

La ley dice: “Ojo por ojo, diente por diente”: Jesús aconseja no resistir al malvado y devolver bien por mal.

La ley dice: “Amarás a tu prójimo y odiarás a tu enemigo”.  Jesús dice: “Amen a sus enemigos”.

Jesús sintetiza su pregón sobre la justicia que rige en el reino de los cielos diciendo: “Sean perfectos como es perfecto su Padre celestial” (Mt 5,48).


v  En las parábolas del Hijo Pródigo (Lc 15, 11-32) y de los obreros de la viña (Mt 20, 1-16) Jesús hace saborear de una manera provocativa la justicia que brota del corazón de su Padre.  ¡Ay de nosotros si la bondad de nuestro Dios nos escandaliza!

v  A los sedientos de vino en Caná (Jn 2, 1-12), a la Samaritana con sed en el pozo de Jacob (Jn 4, 1-42), a los hambrientos de pan en Cafarnaún (Jn 6) Jesús anuncia la llegada de su hora, cuando de su corazón abierto en la cruz ofrece a la humanidad el agua viva y el pan de vida para que nunca tengan hambre ni sed y vivan y actúen en comunión con él y el Padre.  En la Eucaristía ya está realizada la plenitud y es el centro del universo, el foco desbordante de amor y de vida inagotable” (Laudato Si).


2.  Misioneros en Santa y Pariacoto para satisfacer hambre y sed de la justicia

v  Nuestros misioneros mártires, por su presencia y su actuar pastoral, querían anunciar y hacer experimentar que Dios es bueno.  “Jesús hoy sigue invitando a encontrar en Él el amor del Padre.  Por eso mismo el discípulo misionero ha de ser un hombre o una mujer que hace visible el amor misericordioso del Padre, especialmente a los pobres y pecadores” (DA 147).

v  Querían celebrar con el pueblo el don de la salvación en los sacramentos y hacer amar a ese Dios que hace germinar la semilla, que está en la alegría de la cosecha, que bendice la familia  unida, que alivia pena y dolor, que convoca en comunidad, que perdona el pecado, que viene para que tengan vida en abundancia. 

v  Querían ser amigos de la gente, conseguir ayuda para que coman mejor, para que modernicen el trabajo en la chacra y que las escuelas ofrezcan buena educación.  Querían ayudar a que su pueblo, hombres y mujeres, conozcan y defiendan sus derechos y se hagan agentes de su propio desarrollo.

v  Quizás nunca tenían la oportunidad de expresar lo que anhelaba su corazón y lo que le pedía la justicia de Dios.  La muerte de estos misioneros, con voz poderosa, ha firmado y autentificado los quehaceres de su vida.  “El que ama su vida, la pierde; y el que odia su vida en este mundo, la guarda para la vida eterna” (Jn 12,25).


3.  Preparando la celebración de beatificación de nuestros mártires


v  Habrá que velar para que  nuestra oración, más asidua y más fecunda, sea la oportunidad para exponernos a la voluntad de nuestro Dios y conocer su justicia en nuestra vida y en el acontecer del mundo.

v  Aceptemos y amemos la condición de nuestra libertad: solo puede alumbrar algo bueno si obedece a la voluntad del que es nuestro bienPensemos y actuemos en comunión con Cristo: “En Él se manifiesta el rostro humano de Dios y el rostro divino del ser humano” (DA 107).

v  Nuestros mártires echaron su suerte entre los humildes de este mundo.  La esperanza de un mundo mejor y más humano brota de las filas de los pobres e insatisfechos, de las y de los que entienden los misterios del reino (Cf Mt 11, 25-30).


v  Si ahora alguien viene y me dice que esta meditación nada tiene que ver con la falta de justicia en el país, nada tiene que ver con la extensión de la corrupción, nada tiene que ver con la geolocalización de los criminales, nada tiene que ver con la contaminación de la Bahía El Ferrol y la inminente campaña electoral, entonces ese alguien no me ha entendido o no me he hecho entender.