No cometo
plagio: el tenor del título de esta meditación es patrimonio de la humanidad y
contiene una de las originalidades de la fe judío-cristiana. Me parece que expresa bien la alegría y la
razón de celebrar el 50. aniversario de la Iglesia en Chimbote.
Recordamos, llevamos en nuestro corazón, lo que nos ha dado
vida, lo que permanece en nuestro sentir y pensar hoy, lo que integra nuestra
identidad. Por eso, recordar experiencias
vitales del pasado, implica hacerlas fecundas para nuestras vivencias hoy.
En las
celebraciones de este aniversario habrá momentos para recordar hitos
importantes en el camino; aquí nos preocuparemos por recordar lo que no suele
recordarse.
1. “Has perdido tus primeros amores” (Ap 2,4)
Los 50 años de la Iglesia en Chimbote coinciden con el
grueso de la historia de esta ciudad.
“La ciudad que menos entiendo y más me entusiasma” (J.M.Arguedas) brota
en pocos años de la arena de hermosas playas y según lo permiten “un rincón
para mi choza, pan para mis hijos y chamba para mañana” Chimbote se ordena
desordenadamente a orillas de la bahía de la Isla Blanca. “Todas las sangres” del Perú vienen a llenar
las venas de Chimbote y con ansia la quieren convertir en comunidad. El camino será largo y arduo, emocionante y
conflictivo, con impactantes experiencias de soledad y fraternidad.
En esta caleta tranquila, violentada para ser puerto
cosmopolita, había y se hacía presente gente de Iglesia queriendo construir
Iglesia. Los desarraigados podían
encontrar brazos que acogían, podían escuchar un buen consejo, eran invitados a
integrar comunidades. Las primeras parroquias de Chimbote se esmeraban en
acompañar a las familias pioneras de este asentamiento humano en su esfuerzo
por echar raíces y luchar por la vida.
Celebrando las fiestas patronales de lugares de origen se brindaba calor
humano y vínculos comunitarios. Las
celebraciones de los sacramentos anunciaban al Dios-con-nosotros y ofrecían una
calidad de vida más allá de la dura brega en altamar, en la planta siderúrgica
o la fábrica de conservas. Se bendecía
brotes y experiencias de unión entre vecinos y barrios. Se infundió aliento para emprender la
reconstrucción después del fatídico terremoto.
Los jóvenes de Chimbote, “patas saladas” entrañables, en sus parroquias,
movimientos y encuentros diocesanos han dejado huellas de su vitalidad y
creatividad. Los muchos conflictos
sociales encontraban eco en las celebraciones y reuniones de educación en la
fe. La Iglesia era aliada en el camino
hacia más humanidad. Esta Iglesia
animaba a querer ser Chimbote.
Encuentro en los “primeros amores” de la Iglesia
chimbotana luces muy inspiradoras e indispensables para la “nueva
evangelización”: la autoridad de la Iglesia encarnada.
2. Testigos de la fe en la cotidianeidad.
Con estupor y admiración recordamos en Chimbote el
martirio cruento de tres misioneros.
Entre los pastores de esta grey y en la vida religiosa, en el campo y en
la ciudad, destacan figuras muy significativas y en estas celebraciones de las
Bodas de Oro de nuestra Iglesia local los mencionaremos con cariño y
gratitud.
Llama la atención que en conversaciones con pobladores
de Chimbote, conocedores de los pormenores de una historia de 50 años, surjan
nombres propios de hombres y mujeres del pueblo que, en épocas de penurias de
todo tipo, han dado testimonio luminoso del evangelio. Es importante, mantener viva la memoria de
estos profetas y testigos de la fe en la dura cotidianeidad. Con la calidad de sus vivencias han convocado
en Iglesia.
No disponemos aquí de espacio para dejarles
hablar. Ustedes, ¡háganles revivir! estaban
y están en sus familias, en su barrio, en su centro de estudio, de atención
médica o de trabajo. No tenían que
proclamar que eran cristianos. Lo decían
con su modo de ser y de actuar. Lo
hacían con la autoridad de quien vive arraigado en la fe y de ella se alimenta
y desde ella es promotor de humanidad.
¡Haz el recuento de tus testigos de la fe! terminarás diciendo con Jesús: “¡Bendito
seas, oh Dios, por haber revelado estas cosas a los pequeños y humildes!” (cf.
Mt 11, 25-30)
La nueva evangelización no podrá renunciar a los
impulsos que recibe de personalidades fuertes y significativas por su fe.
3. Volver a vivir
Celebramos las Bodas de Oro de nuestra Iglesia para
mirar hacia adelante. Nuestros “primeros
amores” pueden haber perdido en intensidad; no se han apagado. Las distracciones y los espejismos del mundo
moderno pueden nublar la mirada, pero los testigos de la fe permanecen en medio
de nosotros.
En 50 años de historia padecida y vivida Chimbote ha
cambiado mucho. El panorama para la
evangelización hoy es muy complejo.
Quitan luz también nuestras propias incoherencias y divisiones.
Hemos iniciado el año de la fe y con muchos en el
mundo buscamos caminos para la “nueva evangelización”. Nuevas oportunidades para acoger y decir la
fe se presentarán en Chimbote:
- Habrá encuentros con gente de buena voluntad para defender la dignidad de toda vida humana;
- Habrá encuentros para defender el medio ambiente como condición de vida en el futuro;
- Habrá encuentros para apuntalar el estado de derecho;
- Habrá encuentros para reclamar la globalización de la solidaridad;
- Habrá muchos encuentros y todo encuentro humano es oportunidad para ser evangelizado y evangelizar, para volver a vivir.