Al inicio del año pastoral 2015 conviene recordar esa consigna del Señor
a pescadores cansados y un tanto desanimados (Lc 5, 4-11). Oigan también esa orden discípulos y
misioneros tentados por la “seguridad de la orilla” (EG 10) y el “chapoteo
pastoral” en aguas a su medida en lugar de apasionarse por una “pesca” en aguas
profundas. “Mar adentro” nos invita a dar profundidad a lo que hacemos.
1. Hoy se pide creyentes
con autoridad.
En nuestros tiempos las creencias religiosas de todos los
credos son sometidas a un juicio inexorable. Grandes concentraciones humanas en muchos
lugares rechazan la invocación de Dios para justificar violencia, asesinatos y
guerra. En nuestro medio se desinflan
tantos juramentos frente al crucifijo y la biblia que nunca llevan a asumir la
causa del crucificado y de su palabra.
La oficialidad de la fe cristiana en las instituciones de muchas
naciones no parecen haber contribuido a promover relaciones de justicia y
fraternidad. Las generaciones actuales,
especialmente los jóvenes, nos ven como cristianos tibios, ni fríos ni
calientes; no somos atractivos y no quieren seguir en nuestras huellas. Y, aunque nos duela, no dejemos de recordar
que los escándalos financieros y los abusos de menores han mermado seriamente
la autoridad de la Iglesia católica.
En medio de todos los pueblos la mejor gente, la más sana y crítica
espera de los creyentes en Dios muestras concretas de humanidad y gestos
solidarios al servicio de una convivencia humana más feliz. “Llegamos a ser plenamente humanos, cuando somos más que humanos,
cuando le permitimos a Dios que nos lleve más allá de nosotros mismos para
alcanzar nuestros ser verdadero” (EG 8).
2.
Volver a Jesús.
Decía la gente que
observaba y seguía a Jesús, que tenía una
autoridad diferente que la de los profesionales de la religión (Mt 7,29; Mc
1,22; Lc 4, 32). Reivindicando una
autoridad muy propia, no pocas veces, Jesús va más allá de lo que enseñaba la
Ley de Moisés (Cf. Mt 5, 21-48). Él echa
demonios “con el dedo de Dios” (Lc 11, 20).
No duda en perdonar pecados (Mc 2, 5-10). Justifica su opción preferencial por los
pecadores con la autoridad de la Escritura Santa (Mt 9, 10-13). Limpia el templo de Jerusalén en el nombre de
su Padre, el Dios de los Judíos (Jn 2, 13-17).
Se identifica con el Buen Pastor anunciado por los profetas (Jn 10,
1-18), con el pan de vida eterna (Jn 6, 52-58), con el camino, la verdad y la
vida (Jn 14, 6). Finalmente, provocando
escándalo, rechazo y su propia condena, afirma: “El que me ha visto a mí, ha
visto al Padre…; mis palabras son sus palabras y mis obras son sus obras” (Cf.
Jn 14, 8-12).
En Jesús se manifiesta “el rostro humano de Dios y el rostro divino del
hombre” (DA 107). “En
el seguimiento de Jesucristo aprendemos y practicamos las bienaventuranzas del
Reino, el estilo de vida del mismo Jesucristo: su amor y obediencia filial al
Padre, su compasión entrañable ante el dolor humano, su cercanía a los pobres y a los pequeños, su
fidelidad a la misión encomendada, su amor servicial hasta el don de su vida.”
(DA 139)
3.
Integrar comunidades y familias cristianas.
Las conclusiones de la XXXII Asamblea Diocesana de Pastoral nos convocan a todos a
revitalizar nuestra Iglesia local y nuestra vocación en comunidades y familias
que irradian la autoridad de Jesús y atraen por una convivencia que construye
humanidad. El Papa Francisco, de una
manera impactante, recoge este propósito en “La Alegría del Evangelio”: “Necesitamos lugares donde regenerar la
propia fe en Jesús crucificado y resucitado, donde compartir las propias preguntas
más profundas y las preocupaciones cotidianas, donde discernir en profundidad
con criterios evangélicos sobre la propia existencia y experiencia, con la
finalidad de orientar al bien y a la belleza las propias elecciones
individuales y sociales” (EG 77).
Termino deseando que las hojas de “Mar Adentro” nos motiven a unirnos en
comunidades y familias donde pulse el corazón de Jesús, su ternura y autoridad;
donde comunitariamente amamos y defendemos la vida. Dejo la última palabra al Papa Francisco:
“Jesucristo también puede romper los esquemas aburridos en los cuales
pretendemos encerrarlo y nos sorprende con su constante creatividad
divina. Cada vez que intentamos volver a la fuente y recuperar la frescura
original del Evangelio, brotan nuevos caminos, métodos creativos, otras formas
de expresión, signos más elocuentes, palabras cargadas de renovado significado
para el mundo actual” (EG 11).