sábado, 17 de marzo de 2012

MEDITACIÓN CUARESMAL

Un tesoro en vaso de barro (cf 2Cor 4, 6-12)

Tú y yo somos hechos de polvo. El barro que somos no se refiere solo a una parte de nuestro ser, a una discapacidad o al pecado en nosotros. Todo nuestro ser tiene de barro. Es cuestión de fábrica. Es condición humana.

Polvo evoca algo muy ordinario e insignificante. Es anónimo y no tiene figura. No tiene consistencia y se desparrama. El viento lo levanta y lo deja donde quiere. Lo pisan todos los caminantes y ni siquiera protesta. Es gris y aburrido. No tiene ni meta ni objetivo. Es lo que queda del que terminó de morir.

Y sin embargo, el vaso de barro que somos es y contiene el tesoro más grande. Por la “bajada” de Jesús a nuestra tierra el polvo que somos ha sido exaltado y comparte el nombre sobre todo nombre (cf Fil 2, 5-11). Nuestra nada está habitada por el Todo. Este vacío recibió plenitud.

El vivir, inclusive con valentía, inteligencia y santidad, nos hará experimentar muchas veces que somos barro, polvo y ceniza; la cuaresma nos viene a recordar que la vida cristiana siempre requiere su purgatorio, ese tiempo para devenir lo que somos, para acoger el regalo de la salvación, para creer en el Amor. “Soy, Señor, la promesa que solo tú puedes cumplir.” (Paul Claudel)

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http://palabrapensadaycompartida.blogspot.com/2012/03/no-huyamos-del-purgatorio.html

jueves, 15 de marzo de 2012

NECESITO

Necesito
tu presencia, un tú inagotable y encarnado
que llena toda mi existencia,
y tu ausencia, que purifica mis encuentros
de toda fibra posesiva.

Necesito
el saber de ti que da consistencia
a mi persona y mis proyectos,
y el no saber que abre mi vida
a tu novedad y a toda diferencia.

Necesito
el día claro en el que brillan los colores
y se definen los linderos del camino,
y la noche oscura en la que se afinan
mis sentimientos y mis sentidos.

Necesito
la palabra en la que te dices y me digo
sin acabar nunca de decirnos,
y el silencio en el que descansa
mi misterio en tu misterio.

Necesito
el gozo que participa de tu alegría,
última verdad tuya y del mundo,
y el dolor, comunión con tu dolor universal,
origen de la compasión y la ternura.

Benjamín Glz Buelta