La Región Ancash y Chimbote están en la boca, en la pluma y la cámara de mucha gente. Claro, todos dicen que lo que pasa aquí es expresión de lo que pasa en todo el país. Pero, los que vivimos en Ancash y en Chimbote, en algo, nos sentimos juzgados y enjuiciados.
Frente a la alarmante extensión de la
corrupción entre nosotros, frente a prácticas de organización política y social
reñidas con el bien común, frente al uso de medios de comunicación vendidos e
instituciones tutelares claudicantes, ¿no
deberíamos reconocer que la fe cristiana y sus valores no se verifican en
muchos aspectos de nuestra realidad?
Nos haría bien escuchar el llamado del
Papa Francisco de concentrarnos en lo esencial: “La pastoral en clave de misión pretende abandonar el cómodo criterio
pastoral del “siempre se ha hecho así”.
Invito a todos a ser audaces y creativos en esta tarea de repensar los
objetivos, las estructuras, el estilo y los métodos evangelizadores… Cuando se
asume un objetivo pastoral y un estilo misionero, que realmente llegue a todos
sin excepciones ni exclusiones, el anuncio
se concentra en lo esencial, que es lo más bello, lo más grande, lo más
atractivo y al mismo tiempo lo más necesario.
La propuesta se simplifica, sin perder por ello profundidad y verdad, y
así se vuelve más contundente y radiante (cf. EG 33 y 35).
2. Involucrarnos
Los que vivimos en Ancash y Chimbote
sabemos que muchos juicios en estos días sobre nuestros pueblos y gentes no
reflejan su verdad más profunda. ¡No renunciemos en creer y afirmar que en
Chimbote y en Ancash vive la gente más linda y valiosa del mundo!¡Acompañemos
al Papa Francisco que nos invita a una mirada de esperanza sobre nuestra
ciudad! “Necesitamos reconocer la ciudad desde una mirada contemplativa, esto
es una mirada de fe que descubra al Dios que habita en sus hogares, en sus
calles, en sus plazas…Dios vive entre los ciudadanos promoviendo la
solidaridad, la fraternidad, el deseo de bien, de verdad, de justicia. Esta
presencia no debe ser fabricada, sino descubierta, desvelada. Dios no se oculta a aquellos que lo buscan
con un corazón sincero, aunque lo hagan a tientas, de manera imprecisa y
difusa” (EG 71).
Finalmente las víctimas más grandes de las
prácticas de corrupción son los más pobres entre nosotros porque se reducen aún
más las posibilidades de trabajo formal e informal. La
opción preferencial por los pobres va a encontrar nuevos “rostros sufrientes de
Cristo” en nuestros barrios y nuestros esfuerzos pastorales tienen que tomarles
en cuenta. “Por eso quiero una
Iglesia pobre para los pobres…Estamos llamados a prestarles nuestra voz en sus
causas, pero también a ser sus amigos, a escucharlos, a interpretarlos… Solo
desde esta cercanía real y cordial podemos acompañarlos adecuadamente en su
camino de liberación. Únicamente esto
hará posible que los pobres, en cada comunidad cristiana se sientan como en su casa
¿No sería este estilo la más
grande y eficaz presentación de la Buena Nueva del Reino?” (cf. EG 198 y
199).
Sí,
los pobres señalan el norte para manejar pastoralmente la crisis.
El profeta Elías (cf. 1 R 19,1-9) en plena
crisis desesperó y quería morir. Un
ángel de Dios lo encontró dormido bajo la retama; le dejó de comer y beber y le
dijo: “Levántate y come, pues el camino ante ti es muy largo”. ¡Vivamos
de la Eucaristía!