Encontré el título en una oración
de Romano Guardini. Me sirve para decir
lo que quiero decir: debemos mirarnos a
nosotros mismos con misericordia; sí, tener compasión de nosotros mismos.
1. Es más que probable que las y los que hemos vivido
regular tiempo, hemos pasado por trechos
de vida complicados y experiencias desconcertantes. Cada una y cada uno sabe de las realidades
que, con culpa o sin culpa personal, permanecen como sombras que nos impiden
amarnos a nosotros mismos. Estas sombras que marcan nuestra historia, que nos
dividen, que nos quiebran, que duelen y no nos dejan caminar con viento en
popa.
2. El mártir y teólogo protestante Dietrich
Bonhoeffer, en la cárcel, compone ese maravilloso y dramático testimonio del
ser humano preguntándose:
“¿Quién soy?
¿Quién soy?
Me dicen a menudo
que salgo de
mi celda
sereno, risueño y firme,
como un noble de su palacio.
¿Quién soy? Me dicen a menudo
que hablo con los carceleros
libre, amistosa y francamente,
como si mandase yo.
¿Quién soy? Me dicen también
que soporto los días de infortunio
con indiferencia, sonrisa y orgullo,
como alguien acostumbrado a vencer.
¿Soy realmente lo que otros dicen de mí?
¿O bien solo soy lo que yo mismo sé de mí?
intranquilo, ansioso, enfermo, cual
pajarillo enjaulado,
esforzándome por poder respirar, como si
alguien
me oprimiese la garganta,
hambriento de colores, de flores, de cantos
de aves,
sediento de buenas palabras y de proximidad
humana,
temblando de cólera ante la arbitrariedad y
el menor agravio,
agitado por la espera de grandes cosas,
impotente y temeroso por los amigos en la
infinita lejanía,
cansado y vacío para orar, pensar y crear,
agotado y dispuesto a decir adiós a todo.
¿Quién soy? ¿Este o aquél?
¿Soy hoy este, mañana otro?
¿Seré los dos a la vez? ¿Ante los hombres
un hipócrita,
y ante mí mismo un despreciable y
quejumbroso débil?
¿O bien, lo que aún queda en mí semeja el
ejército batido
que se retira desordenado ante la victoria
que tenía segura?
¿Quién soy? Las preguntas solitarias se
burlan de mí.
Sea quien sea, tú me conoces, tuyo soy, oh
Dios.
3. Es impactante el grito de Pablo en Rm 7,14-25:
“Realmente, mi proceder no lo comprendo; pues no hago lo que quiero, sino que
hago lo que aborrezco…no hago el bien que quiero, sino que obro el mal que no
quiero”. Se confrontan dolorosamente en
Pablo la bondad de la ley de Dios y el poder del pecado: “Y, si hago lo que no
quiero, no soy yo quien lo obra, sino el pecado que habita en mí”. Desde
esta “tirantez” fundamental en cada ser humano Pablo anhela ser revestido de la
justicia que gratuitamente le ofrece Cristo, su Salvador. “Allí donde abunda el pecado, sobreabunda la
gracia” (Rm 5,20).
4. Jesús “viene a buscar y salvar lo perdido” (Lc
19,10). Viene para que “tengamos vida y
vida en abundancia” (Cf Jn 10,10).
Libera a María de Magdala de sus siete demonios que la hostigan y
amenazan su libertad (Cf Mc 16,9). Jesús
toma la iniciativa de ir al encuentro del Leví (Cf Mt 9,9-13) y de Zaqueo (Cf
Lc 19,1-10) que lo esperaban y buscaban para levantarse y ser ellos mismos. Jesús se acerca al temido enfermo de Gerasa y
lo libera de sus tormentos (Cf Mc 5,1-20).
Jesús mantiene la amistad al discípulo Pedro sacudido por conocidas
incoherencias. Los “milagros” de Jesús en los Evangelios, más que “signos y prodigios”
son manifestaciones de la misericordia de nuestro Dios. “Cuando se
manifestó la bondad de Dios nuestro Salvador y su amor a los hombres, él nos
salvó, no por obras de justicia que hubiéramos hecho nosotros, sino según su
misericordia, por medio del baño de la regeneración y de renovación del
Espíritu Santo, que derramó sobre nosotros con generosidad por medio de
Jesucristo nuestro Salvador, para que, justificados por su gracia, fuéramos
constituidos herederos, en esperanza, de vida eterna”. (Tt 3,4-7).
5. La vivencia de la fe en Cristo nos ofrece poderosas
razones para integrar nuestras sombras en la luz de la misericordia que nos
ilumina hoy y ahora. Con humildad amémonos a nosotros mismos a
pesar de los moretones, visibles e invisibles, que golpes, maltratos, caídas y
errores han dejado en nosotros. ¡Amémonos humildemente como nuestro Dios
nos ama y porque Él nos ama!
Todo mi
pasado, lo que he padecido, lo que he hecho y omitido de hacer, permanece en la
actualidad de mi vida. Mi respuesta
generosa a la gracia del Señor hoy purifica y redime las sombras en mi pasado.
6. “Gratuitamente han recibido; ¡den también
gratuitamente!” (Mt 10,8). Una vida
bañada en la misericordia de nuestro Dios se verificará en lo ordinario de la
vida cotidiana, optará por la ecología integral que nos propone el Papa
Francisco: “Una ecología integral también está hecha de simples gestos
cotidianos donde rompemos la lógica de la violencia, del aprovechamiento, del
egoísmo… El amor lleno de pequeños gestos de cuidado mutuo, es también civil y
político y se manifiesta en todas las acciones que procuran construir un mundo mejor” (Laudato Si´).
7. Un cuento para terminar: Un peregrino, en pleno
sol, camina por la plaza pública.
Derrepente se fija en la sombra que echa su persona y no deja de
acompañarlo. Como nunca se asusta.
Empieza a correr para escaparse de su sombra. No logra liberarse de su sombra.
Corre hasta derrumbarse exhausto y muerto en el suelo.
¿Qué hubiera
debido hacer nuestro peregrino? Descansar en la sombra de un árbol frondoso. Descansar en las sombra de la Cruz de
Cristo que absorbe y diluye tu sombra.
Y ya que me
viene a la mente la frase de un personaje en una obra de Paul Claudel, la
comparto con ustedes: “Soy la promesa
que no puedo cumplir”.
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