Para meditar esta consigna insistente del Resucitado a sus discípulos,
tengamos en mente y corazón el epílogo del Evangelio de Mateo (Mt
28,16-20). Más que clausurar
decorosamente un libro, estos versículos recogen y enfatizan aspectos
fundamentales del mismo. Encontramos aquí pautas importantes para
ser “Iglesia en salida, comunidad evangelizada”.
1.
“Los once discípulos
marcharon a Galilea.
v Tenían que salir del ambiente donde se encontraban con las puertas
cerradas y con miedo. Había que vincular la noticia de la resurrección de Jesús con las convivencias
que compartían con él en Galilea.
Era en Galilea donde “veían a Jesús con sus ojos, donde lo oyeron con
sus oídos y donde sus manos podían palpar su cuerpo” (cf 1 Jn 1,1-4). Había
que regresar a esta experiencia fundante de su comunión con Jesús. Había que recuperar esta patria chica de los
“primeros amores” a Jesús. Había que recordar a la luz de la
resurrección lo vivido por Jesús en Galilea, sus palabras y sus obras en
Galilea. “Vayan a Galilea, ahí me verán” (Mt 28,10).
v Galilea, vista desde Jerusalén, es poca cosa: tierra marginal,
sospechosa de rebeliones, heterogénea, marcada por influencias paganas, un
pueblo en tinieblas, sin conocimiento de la ley. “De Galilea no puede salir nada bueno, ningún
profeta”, así se decía. Ahora bien,
Jesús resucitado invita a los discípulos a fijarse en las heridas en sus manos,
pies y costado. Jesús resucitado mantiene la opción preferencial por los pobres
practicada durante su inserción en Galilea.
Al enviar a sus discípulos a Galilea, el resucitado
les envía a los lugares y a las realidades donde padecen y esperan los pobres
de este mundo. Los muchos damnificados por el Niño Costero en
Ancash y otros lugares del Perú están en Galilea. Están en Galilea los muchos
amenazados en el mundo por la guerra y la violencia, los muchos buscando
espacio y condiciones para vivir con algo de dignidad. Ustedes conocen perfectamente los lugares y
las situaciones de Galilea en Chimbote, en su vecindad y quizás en su propia
casa. También está Galilea dentro de
cada uno de nosotros. “Vayan a Galilea…”
2.
al monte donde Jesús los
había citado.
No se trata de una indicación geográfica. En el Evangelio de Mateo “el monte” tiene singular significación y es
manifestación de la autoridad de Jesús.
v Aparece al inicio del evangelio el
monte de las tentaciones (Mt 4,1-11).
Jesús tentado comparte plenamente la condición humana, pero obedece al
Espíritu que lo conduce al desierto.
v Ciertamente los discípulos de todos los tiempos siempre tienen que regresar al monte de las
bienaventuranzas para interiorizar el estilo de vida de Jesús y de sus
seguidores (Mt 5,1-12).
v Nunca deben olvidar los discípulos la
experiencia en aquel monte, donde Jesús,
conmovido por la compasión, atiende a mucha gente enferma y les da de
comer (Mt 15,29-39).
v Era también en el
monte que algunos discípulos podían ser testigos de la transfiguración de Jesús
por el amor de Padre que lo presenta como hijo
predilecto a quien hay que escuchar (Mt 17,1-8).
v Desde el monte Jesús
pronuncia su discurso escatológico para
invitarnos, en lo ordinario y desconcertante de la vida, a la fidelidad y la
vigilancia (Mt 24,3-44).
v También ahora en
Galilea y en todas partes está el monte de la resurrección de Jesús donde son citados sus discípulos para ser enviados al mundo
entero (Mt 28,16-20).
3.
Al verlo lo adoraron;
algunos sin embargo dudaron.
v Adorando a Jesús resucitado los
discípulos reconocen su identidad con Dios Padre. Ahora se realiza plenamente su nombre
anunciado al inicio del evangelio de Mateo: Emmanuel, Dios con nosotros.
v No importa tanto esa
duda. La comunidad
de Jesús siempre incluirá miembros débiles, miedosos, interesados e
incoherentes. Recordemos aquí una
reflexión sabrosa del Papa Francisco en una entrevista el 13 de marzo de este año: “La crisis es para crecer
en la fe. No se puede crecer sin
crisis. La crisis es parte de la vida y
una fe que no entra en crisis para crecer, generalmente permanece infantil”.
4.
Jesús se acercó y les habló
así: “Me ha sido dado todo poder en el cielo y en la tierra”
v El Resucitado no se
aleja de nosotros y de nuestro mundo. Se
acerca. Ahora su
encarnación se hace plena. Jesús nace
plenamente en la cruz. Su espíritu se
entrega y se ofrece a todos. “No nos
deja huérfanos…vuelve donde nosotros…nuestra tristeza se volverá
alegría…podemos hacer sus obras y aún mayores…” (cf Jn 14 y 16).
v Jesús, reivindica
autoridad suprema. En sus palabras resuena Daniel 7, 14 donde
Dios entrega al Hijo del hombre el reino eterno. Resuena también el himno pascual: “Por eso
Dios lo exaltó y le otorgó el Nombre que está sobre todo nombre. Para que al nombre de Jesús toda rodilla se
doble en los cielos, en la tierra y en los abismos, y toda lengua confiese que
Cristo Jesús es el Señor para gloria de Dios Padre” (Fil 2,9-11).
5.
Vayan al mundo entero,
v hagan discípulos a todos los pueblos,
Dejemos al Papa Francisco recordarnos el duro trabajo de la
evangelización: “La Iglesia en salida es la comunidad de discípulos misioneros
que primerean, que se involucran, que acompañan, que fructifican y festejan”
(EG 24). Toda la “Evangelii Gaudium” es recetario para hacer discípulos.
v bautícenles en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo
¡Qué desastre pastoral cuando el bautismo es reducido a un rito y su
recuerdo es una foto!
El bautismo es inserción en la dinámica y la comunión
de la Santísima Trinidad y se verifica en comunión y participación eclesial al
servicio de la fraternidad en el mundo.
v y enséñenles a guardar todo lo que yo les he mandado.
Sí, enseñar a guardar, a cumplir, a practicar.
“Una pastoral en clave misionera no se obsesiona por la transmisión
desarticulada de una multitud de doctrinas que se intenta imponer a fuerza de
insistencia. Cuando se asume un objetivo
pastoral y un estilo misionero, que realmente llegue a todo sin excepciones ni
exclusiones, el anuncio se concentra en
lo esencial, que es lo más bello, lo más grande, lo más atractivo y al mismo
tiempo lo más necesario. La
propuesta se simplifica, sin perder por ello profundidad y verdad, y así se vuelve
más contundente y radiante” (EG 35).
Y sepan, que yo estaré con ustedes todos los días hasta el fin del
mundo”.
¡Manos al pecho! ¿Es
esta promesa entrañable del Señor el fundamento de nuestra fe, la razón de
nuestra esperanza y el fuego de nuestra caridad?
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